La candidata indígena a las elecciones presidenciales María de Jesús Patricio, conocida por todos como Marichuy, no logró reunir las firmas necesarias para participar en la contienda del 1 de julio. Sin embargo, el movimiento que encabeza ha salido reforzado de este proceso. Ha conseguido poner sobre la mesa la discusión sobre un México olvidado e ignorado y ha fortalecido las redes del Congreso Nacional Indígena, institución de la que nació su candidatura y que impulsa una transformación del país desde las bases y alejada de las prisas electorales. Lo resumía Marichuy en una de sus intervenciones: “Quedan pocos días para las firmas, para lo demás nos quedan vidas”.
Eran necesarias 866.593 firmas, de las cuales solamente consiguieron el 30%, una cifra decepcionante que evidencia, tanto el limitado alcance de su mensaje, como el rechazo de una gran parte de la sociedad mexicana a la posibilidad de que participe una candidata indígena.
Las 281.955 firmas conseguidas[1] son a todas luces escasas para las expectativas que había generado la presentación de la candidatura. Esta supuso un cambio radical en la estrategia del Congreso Nacional Indígena, que desde su fundación en 1996 había rechazado las instituciones y el “mal gobierno” y había apostado por el trabajo desde la base. En esta nueva estrategia decidieron valerse del sistema para amplificar su mensaje y apelar al gran público: a todos los pueblos indígenas del país, pero también a los campesinos no indígenas y a las poblaciones urbanas empobrecidas. El resultado conseguido hasta la fecha es muy limitado para un proyecto que pretende representar a los de abajo, que en México son la gran mayoría; con la mitad de la población en situación de pobreza.
Las reglas del juego, bien es cierto, no ayudaron en absoluto. Al elevado número de firmas requeridas, con un mínimo del 1% del padrón electoral al menos en 17 estados, hay que añadirle el método de recogida. Debía realizarse a través de una aplicación solo compatible con teléfonos móviles de precio inaccesible para muchos. La información debía transferirse por internet, tarea imposible en zonas remotas del país, las cuales precisamente constituyen el caladero principal de Marichuy. Es cierto que el INE estableció excepciones para recoger las firmas en papel, pero el criterio para determinar estas “zonas de alta marginación” [2] también fue muy criticado por miembros de su campaña [3].
Finalmente el nombre de Marichuy no estará en la papeleta electoral y el movimiento que encabeza perderá visibilidad dentro y fuera de México en los meses próximos a la elección, cuando el mundo estará más pendiente del país. Perderán por tanto ese foco internacional que fuera tan importante en los orígenes del movimiento zapatista, íntimamente ligado a esta candidatura indígena. En aquellos primeros días de 1994 la lucha zapatista se presentó al mundo a través del rostro tapado del subcomandante Marcos (hoy Galeano) y esa visibilidad le granjeó el apoyo y la simpatía de amplios sectores intelectuales, estudiantiles y de izquierda en todo el mundo.
El fracaso electoral que ha quedado patente hasta la fecha no es solo el de Marichuy, sino el del propio sistema. Por primera vez en México podían presentarse candidaturas independientes a la presidencia de la República y la única propuesta que realmente provenía de fuera del sistema y que ha llegado hasta el final del plazo establecido, ha quedado excluida.
Los independientes que sí competirán por la elección tienen un pedigrí político evidente. Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” es gobernador de Nuevo León y militó en el PRI durante 33 años y Margarita Zavala es una histórica del PAN que incluso ejerció de primera dama durante el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012).
A pesar de todo, Marichuy ya ha ganado. Ningún otro candidato salió a la palestra afirmando que no le interesaban ni el poder ni la presidencia. El objetivo era claro y lo repetían continuamente: Organizarse, fortalecerse y dar visibilidad a los conflictos del pueblo, que sufren la expropiación de tierras, el expolio de recursos naturales, los mega proyectos de desarrollo sin consulta a las comunidades, el hostigamiento y la criminalización de defensores de la tierra, activistas y periodistas… y la violencia por parte de las autoridades y el crimen organizado. Un esquema que se repite por todo el país.
Su caravana ha estado en 126 localidades de 27 estados desde el pasado mes de octubre, ha visitado los lugares más apartados y las comunidades más olvidadas. Un viaje extenuante que ha tenido como consecuencia más grave el fallecimiento de la colaboradora Eloísa Vega Castro en un accidente de tráfico en el que Marichuy resultó herida en un brazo.
Con este recorrido el Congreso Nacional Indígena se ha fortalecido, ha extendido sus redes y ha incorporado nuevos concejales de etnias que aún no tenían representación. Otro acierto, bajo mi punto de vista, ha sido ir más allá de la causa indígena e incluir en su mensaje a todos los de abajo: campesinos, población urbana, estudiantes, mujeres… todos los perdedores del sistema capitalista y además, apelar al conjunto de la sociedad mexicana para que no de la espalda a este México y para que las políticas públicas se hagan pensando también en ellos.
Es una victoria política porque Marichuy, como portavoz del Concejo Indígena de Gobierno, ha conseguido hacer oír su mensaje, ampliar sus redes y presentarse como la opción de los desposeídos. Aunque el alcance hasta ahora haya sido limitado se han establecido los mimbres para continuar movilizando a la sociedad más allá del proceso electoral.
Además, han utilizado la plataforma electoral para mostrar que su forma de hacer política es diferente y se basa en la honestidad. No valen los resultados a toda costa. De las firmas recogidas en apoyo de Marichuy se ha validado más del 93%, el porcentaje más alto de todos los independientes, lejos del 67% de Margarita Zavala, el 65% de Ríos Piter y el 59% de El Bronco.
Esta victoria es sin embargo débil y el movimiento indígena debe encontrar la manera de fortalecerla aprovechando el empujón mediático del momento. El Congreso Nacional Indígena ha confirmado que no cederán su apoyo a ningún otro candidato, ni siquiera a Andrés Manuel López Obrador y persevera en su estrategia original con un mensaje al pueblo mexicano: “Voten o no voten, organícense” [4].
Está por ver la estrategia de esta nueva etapa, las metas y objetivos que marcan para, quizá, tratar de influir en el próximo gobierno y sobre todo no volver a caer en el olvido.
[1] https://www.ine.mx/candidaturasindependientes/
[2] http://www.ejecentral.com.mx/marichuy-podra-recabar-firmas-en-papel-en-zonas-de-alta-marginacion/
[3] http://www.jornada.unam.mx/2018/02/20/opinion/018a1pol
[4] https://www.congresonacionalindigena.org/2018/05/02/falta-lo-falta/


